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¿Qué es el Mudéjar?
Desde el primer momento se vería con claridad que el mudéjar es arte esencialmente funcional.
Si en un principio los cristianos tuvieron que conformarse con los edificios
musulmanes que pasaron a su propiedad, pronto se revelaría necesario construir
nuevos tempos y conventos y sustituir las antiguas mezquitas -convertidas en
iglesias mediante su consagración litúrgica y la mera adición de imágenes
cristianas- por oratorios más apropiados a los ritos occidentales que requerían
un espacio propio.
Así, en algunos casos se aprovecharían las naves de las
mezquitas, haciéndolas confluir en un presbiterio, y en otros se construirían
iglesias de nueva planta. De cualquier manera, cuando el clero emprendía la
edificación de un nuevo templo tenía que acudir en buena lógica, a los maestros
más diestros o a la mano de obra más barata. Y las dos condiciones se reunían en
la población mudéjar.
El tipo de edificio, sin embargo, vendría impuesto por
las necesidades del culto.
Así, la elección de posibles modelos tenía que mirar hacia los lugares de la
cristiandad que nunca habían sido alcanzados por otras religiones. Los reinos
del norte de España habían continuado el desarrollo de sus artes,
enriqueciéndolas con la valiosísima aportación del estilo que había llegado de
la mano de las peregrinaciones: el Románico. El tipo de iglesia románica,
extendido ya por toda Europa, iba a encontrar interpretaciones heterodoxas en
las tierras recién conquistadas. La piedra sería sustituida por el ladrillo, un
material conocido y barato; los arcos que separaban las naves trazarían de forma
espontánea una herradura en lugar del semicírculo habitual en el románico; las
bóvedas serían sustituidas por armaduras de madera, menos costosas y, en
ocasiones, también más suntuosas; el campanario, finalmente, sería un simple
minarete dotado de huecos para albergar las campanas.
En resumen, el
resultado final ya no se podía encuadrar en las formas del románico, a pesar de
que el modelo había sido más o menos respetado.
Por su propia condición de arte "residual" -en el sentido que no hacía más que
aplicar técnicas aprendidas a veces con más de un siglo de antelación-, el
mudéjar solo conoce la evolución de los estilos cristianos.
Cuando irrumpe el
Gótico en la Península -que supondría, por cierto, una innovación verdaderamente
revolucionaría-, los constructores musulmanes aprenden los secretos de las
formas ojivales sin abandonar por ello sus costumbres en lo referente a la
decoración ni al empleo, tan ventajoso desde el punto de vista económico, del
ladrillo.
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