Estamos en la Castilla medieval. El Rey Sancho, temeroso de que sus hermanas Elvira y Urraca se casen y expandan sus dominios sobre Castilla, marcha al frente de su ejército, junto al Cid, a invadir la ciudad de Toro, gobernada por la infanta Elvira. Avisada y convencida de las intenciones del rey, Elvira opone una feroz resistencia y no acepta ninguno de los pactos de diálogo que el rey le promete. Finalmente, el caballero Bellido Dolfos, intentando ganarse el favor del Rey -que ha jurado entregarle la mano de Elvira si logra traspasar las murallas-, idea una trampa: ante la infanta se hace pasar por un emisario de Zamora (ciudad que gobierna Urraca) que llega con refuerzos militares, y así consigue entrar en Toro. Elvira huye al campo y se hace pasar por labradora para evitar ser descubierta por las tropas de su hermano, que la persiguen para matarla, y comienza a trabajar como criada de Sancha, hija del hacendado Vela. A la misma hacienda llega Enrique, huyendo de unos asaltantes, y también empieza a servir como peón de campo. Vela corteja a Elvira y aspira a desposarla. Sancha se siente atraída por Enrique y espía el encuentro furtivo que sostiene éste con Elvira, donde descubre que él es un noble heredero al trono de Francia. Ofendida y envidiosa por la pasión que surge entre Elvira y Enrique, Sancha exige a Vela que expulse a la criada. Una vez dentro de Toro, el Rey se niega a cumplir la promesa que hizo a Bellido Dolfos, pagando así traición con traición. Con ansias de desagravio, Bellido marcha a Zamora a prestar su apoyo cierto, ahora sí, a la infanta Urraca. Durante el cerco de Zamora, Bellido mata al Rey. Enterados del asesinato del monarca, Enrique y Elvira regresan a Toro. Vela y Sancha los persiguen, hasta que descubren el verdadero linaje de la falsa labradora. Ante el entusiasmo de los nobles de Toro por el regreso de Elvira, a quien creían muerta, todos celebran que la ciudad vuelva a manos de la infanta.