En esta época de desencanto, desmoronamiento social, de pérdida de valores morales, injusticias, descreimiento, depresión, recesión, de perplejidad ciudadana... en esta época, digo, hay que llamar a nuestro héroe para que nos devuelva la honra y nos ayude a desenmascarar a los mercaderes de sueños que nos oprimen con sus deseos de codicia.
Y tenemos un héroe que subyace en cada uno de nosotros, como una filigrana íntima: El Quijote. Yo soy Don Quijote de la Mancha es una nueva aventura de Don Quijote, Sancho Panza y Sanchica, escrito por un genio de nuestros días e interpretado por "la flor y nata de la andante comiquería". Necesitamos creer que es posible recuperar la honra, así que nuestro héroe nos propone este nuevo viaje, esta nueva aventura, y nosotros vamos a habitarla con la intención de extraer de su interior el tema que nos emociona, que nos obsesiona: el deseo de bondad, de justicia, de solidaridad, para elevar el amor por encima de los hombres.
Proponemos un juego metateatral como mecanismo dramático. Tenemos así un asidero para entrar en la realidad y la ficción, y salir de ellas. Queremos que el espectador asista no solo a los incidentes de nuestra elaboración, sino a los de la suya propia.
El teatro, por su enorme potencia física, necesita de inmensas pasiones, y toda la oficina artística y técnica de este proyecto la tienen.
Quiero añadir además que Don Quijote es José Sacristán, que habla desde el nivel exacto del hombre.
Vengan con nosotros y hagan un poco de silencio para ver que esta voz está afinada en el justo tono del hombre.
Luis Bermejo