Mujeres y criados se inserta sin dificultad en la etapa de esplendor del dramaturgo madrileño, y lo hace con la frescura, gracia y soltura del mejor Lope.
Esta comedia tiene un poco de todo: su enredo, sus triángulos amorosos, sus diálogos agudos, sus criados graciosos, su ritmo ágil… Todo ello sazonado con unos protagonistas que se mueven con desparpajo entre las calles y campos de Madrid y los espacios domésticos donde se desarrollan los acontecimientos más relevantes de la trama.
Como apunta el título de la comedia, Mujeres y criados tiene como protagonistas a dos grupos de personas que, en la sociedad del siglo XVII, ocupaban una posición secundaria en las relaciones interpersonales: bien por cuestiones de sexo, bien por cuestiones de estamento.
Frente a las convenciones sociales y las limitaciones de la época se alzan las dos parejas protagonistas: los criados Teodoro y Claridán, y sus damas, las hermanas Luciana y Violante.
Son sobre todo ellas quienes llevan la voz cantante, quienes se enfrentan y burlan por medio del ingenio a dos pretendientes más ricos y poderosos (el conde Próspero y el gentilhombre don Pedro), y a un padre, Emiliano, que quiere lo mejor para ellas sin darse cuenta de lo que realmente desean.
El protagonismo de Luciana y Violante, con la defensa de la libertad del deseo femenino que conlleva su comportamiento y los ingeniosos engaños que despliegan a lo largo de la obra para lograr sus objetivos amorosos, es uno de los aspectos más memorables que uno lleva consigo tras el final de Mujeres y criados.
Mujeres y criados se representó por última vez en los escenarios españoles en algún momento de la primera mitad del siglo XVII. Olvidada durante casi cuatro siglos, ahora vuelve a cobrar vida en el siglo XXI gracias a las voces, los gestos y los movimientos de los integrantes de la compañía Fundación Siglo de Oro.
Disfrutemos, por tanto, de la fortuna que supone poder ver Mujeres y criados tal y como Lope la concibió: como una comedia de palabra y acción.