En clave de comedia, el tiempo de Cervantes se cruza con el nuestro en un puñado de escenas del Quijote. Como en el carnaval medieval, el mundo está vuelto del revés. En Barataria nos acercamos a la mirada de un loco, don Quijote, sobre los supuestos cuerdos, o bien sobre los refranes de Sancho Panza, un hombre llano, para muchos un bobo que se desvive por una isla de mentira. La imaginativa mirada de don Quijote propone una poética teatral que deriva en juego escénico: al igual que los molinos son gigantes, la ramera Maritornes es una bella princesa, don Quijote va siendo Sancho Panza y Sancho Panza va siendo don Quijote. El espectador está llamado a imaginar, a reír y a enternecerse en esta Barataria en la que el desengaño deja una puerta abierta: don Quijote sigue viviendo.
Con Barataria pretendemos rastrear la personalidad de Miguel de Cervantes. Él tuvo que reinventarse. Las novelas ejemplares y El Quijote le engancharon, no obstante, hay mucho de teatro en estos libros. Vaya este humilde homenaje, trufado de entremés, a quien, apartado de la lírica tan en boga entonces, creó personajes creíbles con la receta de la prosa y la salsa de la risa. La historia que contiene Barataria se desarrolla en un país extraño y hermoso, España, por ejemplo, sobre un escenario intemporal que se repite. Cinco actores, poca balumba y mucho empeño, el montaje se compone de tres entremeses:
- Don Quijote y los encantadores, el sueño de la razón.
- Sancho en Barataria, el gobierno en manos del escudero.
- Y un largo viaje a Barcelona para evitar el Quijote de Avellaneda.