La tragedia protagonizada por el duque de Ferrara, su esposa Casandra y su hijo Federico constituye, en el parecer de muchos responsables de la puesta en escena y del estudio, la cima de la producción teatral de Lope de Vega, quien fuera el principal responsable del triunfo en los escenarios de la fórmula dramática que conforma el núcleo del teatro clásico español. Escrita a cuatro años de su muerte, tras una vida de fecundidad legendaria, puso en ella más tiempo e intención que en ninguna otra de los centenares de obras anteriores: era su respuesta a la competencia que sentía de los dramaturgos jóvenes, con Calderón a la cabeza, y quería demostrar quién estaba aún al frente de la «monarquía cómica», tal como lo había asumido el propio Cervantes décadas atrás.
El castigo sin venganza posee las virtudes que han caracterizado la producción de Lope —emoción lírica, sabiduría en la gestión dramática, etc. —, pero a la vez participa de la meditada disposición de los elementos y otros valores que están ofreciendo sus competidores. Es su forma habitual de competir: medirse en el mismo terreno del rival y con sus armas. Estos son los ingredientes de esta sobrecogedora historia de enamoramiento fatal de Federico y su madrastra Casandra, casada con su padre, el disoluto duque de Ferrara, quien tomará una radical solución cuando llegue a conocer la relación. Pocas historias del teatro universal generan versos tan impresionantes como los que se pueden oír en esta, versos que requieren la labor de maestros de la interpretación, como los que prestarán su voz y su pasión en este recital.