Tras haber puesto en escena seis obras de Calderón, la compañía Teatro Corsario estrena El alcalde de Zalamea, una de las más grandes, afrontándola desde el estudio riguroso de su esencia, así como de la forma precisa de decir el verso, una de sus señas de identidad.
El alcalde de Zalamea es mucho más que un drama de honor. Posee la capacidad de involucrar al espectador en las escabrosas andanzas de sus personajes en clave de comedia para llevarle después a las puertas del horror.
Aquí se cuenta la historia de una violación y su difícil castigo. Desde nuestra perspectiva, en la que solo cabe la condena de los hechos y el escándalo por la conducta de los autores, hemos de prestar atención a la manera de comportarse del alcalde, que no duda en negociar con el violador de su hija e invitarle a ser su yerno; o de Isabel, la víctima, que entiende que es ella misma quien debe ser castigada. En fin, circunstancias, creencias y despropósitos de un tiempo pasado que, representadas en un escenario y sin alejarnos de la certera mirada de Calderón, nos ayudan a entender el presente; un presente en el que necesariamente tendremos que cuestionar aquello que fuimos y descubrir que quizás las cosas han cambiado mucho. O quizás no.